jueves, 20 de septiembre de 2012

Reflexiones de un Caldelao

   Como todos los veranos desde hace muchos años, pasé mis vacaciones en un lugar privilegiado de las rías bajas gallegas. También como casi todos los años cerré mi período vacacional en mi querida aldea natal, disfrutando de la compañía de íntimos amigos allí nacidos y de los recuerdos de mi niñez y de todos los rincones por donde transitaban mis antepasados.
   En líneas generales fué un gran verano, acompañado de mi mujer, mis hijos y mis nietos. Tuve el privilegio de pasar un día compartiendo comida con mis queridos primos Pepe y Pili y con su hija María José, encantadora mujer que transmite cariño por todos los poros de su piel ¡ una delicia de persona!.
   Como siempre, nos hemos permitido cenar algunas noches en restauranes de la playa. En una de éstas cenas familiares, llenas de calor y felicidad, el progreso tecnológico me hizo pasar un mal momento. En una mesa cercana a la nuestra, estaba sentada una familia compuesta por diez miembros: dos abuelos, dos hijos con sus respectivas mujeres y cuatro nietos aproximadamente de 15 a 20 años. Aquella familia, sin lugar a dudas, era una familia de clase media alta por lo que pude captar de la conversación que mantenía el abuelo con uno de sus hijos, únicos comensales que conversaban fluidamente; el resto, salvo la abuela, se pasaron la comida manejando su smartphone.
   Cuando terminaron de tomar café y unas reconfortantes copas de orujo, el abuelo, con gesto elegante, se levantó y con fina ironía se dirigió a toda la familia diciendo: vamonos y gracias por vuestra amena compañía.
   En mi aldea, comiendo el pulpo en una feria en Castro Caldelas, pude observar otra mesa con gente conocida y emigrantes en Barcelona. Se pasaron la comida, entre bocado y bocado manejando el ipod. Los abuelos residentes en la aldea, charlaban entre ellos seguramente de su soledad.
   Lo presenciado tanto en la playa como en la aldea, me hizo reflexionar sobre nuestra situación social.
   La familia es y ha sido el pilar fundamental de una sociedad bien estructurada. Desgraciadamente, la familia se está desintegrando de una forma exponencial y los valores fundamentales se están perdiendo fruto de una sociedad descontrolada cuyo credo ha sido y es el fomento del confort y un bienestar inalcanzable.
   El capitalismo insaciable, los medios de comunicación vacios  de contenido formativo, los sloganes publicitarios tales como "usted también puede" transformaron una forma de vida acorde con nuestras posibilidades en un  "Totum revolutum", en donde todos queremos ser iguales y en donde el norte predominante es la avaricia, la envidia y la ambición desmedida. Todo ello nos ha llevado a una situación personal, familiar y social insostenible con el impersonalismo, el fracaso y la frustación, martilleando en nuestra diaria forma de vida.
   La convivencia social, los sistemas económicos y financieros han de cambiar con urgencia para evitar un desastre de consecuencias, para mí, imprevisibles.
   Espero que la dura crisis que ya padecemos, que las ayudas de abuelos pensionistas a familiares sin ningún ingreso, sirvan para recomponer y recuperar los valores que hacen grande a una persona, a una familia y a una sociedad: austeridad, realismo, respeto, justicia, responsabilidad y sobre todo dignidad.
   Si la crisis consigue, entre otras cosas, recuperar los valores perdidos, nuestro gran tesoro junto a la salud, habrá servido para algo.